Lo primero es defenderse de los adjetivos. No usarlos para defenderse de lo insoportable. No parapetarse tras la inercia de valorar. Ceñirse, en lo posible, al sustantivo, al hecho, a la realidad en toda su desnudez.
Hemos presenciado el primer atisbo de la ausencia: Treblinka.
No queda allí nada más que la torpe mano de la memoria reemplazando con piedras el horror de la Historia, el acto de nadificar, el vacío consumado, el homicidio industrial a gran escala. Donde hubo aniquilación se erige, inevitable y consoladora, la ceremonia de la conmemoración, la liturgia del recuerdo. Triste. Inexorable.
"Never again", reza la inscripción del memorial situado en el lugar en que los judíos fueron gaseados.
Fragmento de la entrevista de Gitta Sereny a Franz Stangl, comandante de Sobibor (marzo-septiembre 42) y Treblinka (septiembre 42, agosto, 43):
- Carga -dijo con voz apagada-. Ellos eran cargamento.
- ¿Cuando piensa usted que comenzó a pensar en ellos como en una carga?
- Creo que comenzó cuando vi por primera vez el Totenlager [la sección del campo en el que se asesinaba a las víctimas]. Recuerdo que Wirth [uno de los comandantes] estaba parado allí junto a las fosas repletas de cadáveres azulados. Eso no tenía ninguna relación con la humanidad, no podía tener ninguna relación con la humanidad. Era una masa de carne en putrefacción. Wirth dijo ¿qué haremos con toda esta basura?. Creo que esto es lo que me llevó a pensar en ellos como en una carga.
(...)
- ¿Acaso podemos decir que se acostumbró a los aniquilamientos? -El pensó un instante-.
- Para decir la verdad, -dijo lentamente después de pensarlo-, sí, nos acostumbramos al aniquilamiento.
- ¿Tardó días, meses, años?
- Meses, pasaron meses hasta que pude mirar a alguno de ellos a los ojos. Lo reprimía a través del intento de crear un lugar especial: jardines, cuarteles nuevos, cualquier cosa nueva. Peluqueros, sastres, zapateros, carpinteros, había allí miles de cosas para distraer la atención. Utilicé todas.
- ¿Aún así, si lo sentía fuertemente, sin duda había momentos, cuando llegaba la noche, en los que no podía no pensar en eso?
- A fin de cuentas, lo único que ayudaba era la bebida. Todas las noches me llevaba a la cama un vaso grande de cognac y bebía.
- Me parece que está evadiendo mi pregunta.
- No es mi intención evadirme. Claro que los pensamientos surgían. Pero yo los expulsaba. Me obligaba a mí mismo a concentrarme en el trabajo y nuevamente en el trabajo."
¿Never again?...
No me resisto, caballeros, en significarme como primer seguidor de vuestra singular empresa aunque vanos me han parecido los esfuerzos en justificar la iniciativa a tenor del escaso material de análisis que resta en aquellos parajes para teorizar sobre eso que ustedes llaman “el hecho”. Sus balbuceos suenan a experta dialéctica pero si de veras quieren escapar de la valoración encomiéndense a lo irrefutable. Economía. ¿Never again? « Rien, d’un point de vue économique, ne nous empêche de continuer à penser que, pour l’Homme, la vie commence demain». Pierre Teilhard de Chardin. Vuelvan. Tropismo.
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