domingo, 30 de agosto de 2009

Chelmno

Chelmno
Es el último de los campos que visitamos y el primero de los que empieza a operar como centro masivo de exterminio. En torno a 150.000 judíos fueron asesinados en cámaras de gas móviles con monóxido de carbono, siguiendo las experiencias de asesinato masivo comenzadas en octubre de 1939 en la Operación T4, destinada a aliviar económicamente el sistema sanitario alemán mediante la eliminación del “residuo” improductivo y costoso que suponían para el Reich los enfermos crónicos, enfermos mentales, epilépticos, minusválidos... A todos los “incurables” se les aplica lo que llaman una “muerte misericordiosa” (Gnadentod). Georges Bensoussan resalta la línea de continuidad entre este primer programa de asesinato masivo y la Aktion Reinhardt: “La Aktion T4 es la matriz intelectual y técnica del asesinato de masas. La eutanasia y la solución de la cuestión judía se suceden cronológicamente: éstas participan de una misma lógica biológica. La muerte por gaseamiento en Polonia desde septiembre de 1939, induce el procedimiento asesino en uso en el T4 alemán (octubre de 1939), después en el asesinato de masas del pueblo judío (diciembre de 1941). En correspondencia la institución del guetto (1940) y la terapia del hambre a la cual éste es sometido induce esta nueva forma de asesinato utilizada por la Aktion T4 en contra de niños y adultos. En la primavera de 1942, el Estado pone a disposición del general SS Globocnik, responsable de la Aktion Reinhardt, el personal técnico de la Aktion T4, en el primer rango del cual figura el capitán Christian Wirth quien va a convertirse en el organizador de los centros de administración de la muerte de Treblinka, Sobibor y Belzec. El encierro concentracionario y el genocidio están en la continuación de un pensamiento totalitario biologizante, el de un control absoluto de la vida. La Aktion T4 marca criminalmente el advenimiento del bio-poder. El genocidio judío, crimen biológico y crimen de Estado, encuentra ahí directamente su fuente”. Raúl Fernández Vítores: “Lo inaceptable del Holocausto para nosotros es que es nuestro, que nos constituye; lo produce el mismo Estado que produce el welfare. Sólo Roosevelt y Hitler afrontaron la depresión con un presupuesto deficitario y pusieron en marcha la máquina de hacer billetes. La tanatopolítica que más tarde, en un estado de excepción como es la guerra, llevaron a cabo los nazis no es sino el reverso oscuro del welfare, y será a la postre la tentación permanente de las sociedades de control”.
Pero antes de que comenzase la Aktion Reinhardt, se pusieron en marcha las pruebas en Chelmno, una pequeña localidad al noroeste de Lodz en la que sólo vivía una familia judía. Comenzó a funcionar el 8 de diciembre se 1941, un día antes de la fecha prevista para la conferencia de Wannsee. Está dividido en dos partes. En la primera, se encuentran los restos de un antiguo balneario situado junto a la iglesia del pueblo, al que fueron conducidos los judíos procedentes de todo el Warthegau, el territorio polaco incorporado al Reich, que debía quedar, lo antes posible, libre de la presencia judía. También murieron allí asesinados miles de gitanos. Los deportados llegaban al castillo, dejaban antes de entrar sus pertenencias (cuyos restos, después de ser minuciosamente seleccionados y contabilizados, eran quemados en piras situadas a la derecha del palacete), eran conducidos al sótano y obligados a desvestirse. En grupos de unas 70 personas subían a las camionetas de la muerte, unos vehículos preparados mecánicamente (modelo 40, 50 personas, los chasis eran preparados por la Opel y la Renault y la Diamond; en los modelos del 41, son camiones de gaseamiento para 70 personas de la Saurer. Estos mismos camiones son los que, apoyando las tropas de ocupación, iban “limpiando” el terreno conquistado de enemigos políticos, judíos y gitanos) para transformar el dióxido de carbono producido por el motor en monóxido de carbono y conducirlo al interior del camión, provocándoles la muerte en un intervalo de 20 a 30 minutos.


Llegamos a Chelmno. A la izquierda de la carretera se encuentra la iglesia en la que fueron hacinados cientos de judíos durante el funcionamiento del campo y que aparece en la película de Lanzmann. A continuación, se puede acceder a lo que es anunciado como el museo de Chelmno. Se trata de una pequeña caseta en la que están reunidos de forma provisional objetos, mapas, fotos y documentos obtenidos tras las excavaciones arqueológicas que se iniciaron en el año 2001, en una segunda fase (la primera fase de excavaciones se inició en 1986). Allí nos atiende un operario que no sabe inglés pero que procede a buscar a alguien: se trata de una señora mayor, encantadora y que se presenta como Lucya Nowak. Con un precario inglés nos explica detalles y curiosidades de los objetos encontrados y, abusando de su cortesía y de su memoria, le planteamos infinidad de dudas sobre el campo, sus víctimas, sobre cada edificio o rincón de posible interés.
Tras adquirir en el museo del campo un libro sobre Chelmno (Chelmno witnesses speak), descubrimos que la amable dama que nos atendió con tanta deferencia es fotógrafo, la editora del libro y directora del Museo de Konin. En lugar de aparatosos memoriales imponiendo opacidad Chelmno parece gestionado por la elemental sensatez, ejemplar al tiempo que excepcional, de la investigación arqueológica y el mínimo escrúpulo por los lugares de la historia. Estudio, descripción, historia, en lugar de ceremonial, consuelo, memoria.
La segunda parte del campo estaba situado en el claro de un bosque cercano. Allí nos dirigimos.


Una suerte de muro con entrada contiene placas recordando a los asesinados. Tras él, unas cuantas lápidas. A una de ellas se acerca una familia compuesta por dos mujeres, dos hombres cubiertos con senda gorras y una mujer joven. Después de limpiar la lápida pronuncian un kadish. Los dos señores que dirigen la ceremonia son, según nos cuentan ellos mismos con la mediación de la hija de uno de ellos, supervivientes de Birkenau. Con una serenidad que puede parecer extraña en gente que ha vivido el infierno desde dentro pero que no es infrecuente entre los supervivientres que hemos conocido, nos muestran sus brazos tatuados. Procedentes de Lodz, fueron trasladados a Auschwitz, donde trabajaron en la Buna con 14 años. Apenas unos meses antes o un aspecto algo menos robusto hubieran supuesto para ellos la muerte inmediata. En Chelmno murió asesinada casi toda su familia. Han venido 17 veces a rezar al memorial del campo.
El valor del testimonio de los supervivientes y su condición misma de superviviente es incalculable y, sin embargo, este valor es, diríamos, indirecto en cierto modo porque es infinitamente más verdadero el silencio de los que no sobrevivieron al horror nazi (y soviético). Pero estos testimonios son condición de posibilidad para que la verdad silenciosa de los exterminados se haga oír. Sin esas voces, el silencio verdadero de los asesinados se convierte en olvido victorioso de los asesinos. Y el olvido es ignorancia, y la ignorancia es servidumbre, la peor de las muertes, según Platón.
La palabra ofrece la parte humana del horror, la parte soportable. El silencio lo apunta, lo roza en toda su insoportable pureza. La palabra escrita es casi una traición que convierte en soportable lo que no lo es, pero una traición necesaria, la única forma de traición que no traiciona a los acallados por las cámaras de gas (y el resto de procedimientos de las maquinarias de la muerte), condenados a un silencio que es el verdadero legado transmitido por los supervivientes.

2 comentarios:

  1. Pasé por acá por casualidad. No sé si este trabajo está hecho con un fin específico o simplemente para documentar su paso por estos importantes lugares.
    De todas formas, quiero felicitarlos y agradecerles por compartir todo esto.
    Un saludo.
    Cristián.

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  2. Gracias por poner en negro sobre blanco lo que no tuvo que ser nada fácil de "revivir".

    Sí os pediría que corrijiéseis los errores ortográficos que se cuelan. Sé que, al menos tres de los cuatros, sois docentes de esa rara materia conocida con un nombre más extraño aún, Filosofía, así que no os costará entender y poner remedio a lo que os solicito. Ya que cualquier Derrida o alguien de su infumable estilo podría sacarle mucho jugo a lo de "superviVIENTRES"... Además que algunas de las criaturas a las que intentáis enseñar "algo" de ESO podrían ver como sus maestros ni releen lo que escriben y publican.

    Gracias a Raúl por resucitar a Séneca y pasearlo con su arte, su oratoria y su "Física" por los campos de concentración de la tanatocracia del Pornocapital nazi...

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